31/7/09

Sor Mamá

"Del material con el que están hechos los sueños" o sea , con amor y ternura infinitas, dibujaba mi madre juguetes de papel para regalar a sus hijos y más tarde a sus nietos, en fechas que ella hacía que fueran importantes. Al principio trataba de complementar los muy modestos regalos que en aquellos años de la década de los cincuenta, los Reyes Magos dejaban en nuestros zapatos, como en los de la mayor parte de los niños españoles de clase media. Eran tiempos de fragilidad económica, entre las muchas penalidades que afligieron entonces a este pobre país, y soy consciente de lo afortunados que fuimos mis hermanos y yo porque muchos zapatos de muchísimos niños amanecían vacíos la mañana del 6 de Enero.
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Por suerte, mi madre era una mujer de grandes recursos imaginativos y además dibujaba muy bien. Con lápices de colores y tijeras, nos hacía muñecas de papel, "mariquitas" se llamaban, con vestidos, abrigos, sombreros, casa y jardín, coche y chófer, doncellas, cocinera, perro, y colegio con monjitas. Ese fue el origen de esta "Sor" que encabeza y da título a mi entrada de hoy y que rescaté de entre las páginas de una vieje antología de León Felipe en la habían subrayado estos versos:
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- "Toda la luz de la tierra
- la verá un día el hombre
- por la ventana de una lágrima..."
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Toda la luz de la tierra la hemos recibido nosotros a través de los ojos de mi madre. Ella nos cantó y con ella cantamos cientos de canciones, nos leyó y de ella nos viene la afición a la lectura, por lo menos un cuento antes de dormir. Nos dibujó las ilusiones que anhelabamos y nunca, ni en los peores momentos de nuestra vida las perdimos, y también aprendimos a dibujarlas cuando escaseaban en nuestras almas, que hubo tiempos para todo en la viña que nos tocó vendimiar.
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Papel, lápices de colores y tijeras, y cinco cabezas inclinadas alrededor de mamá. Y es que si ella dibujaba, a los 2 minutos nos tenía a todos dibujando, si escribía nos entraban de golpe las ganas de escribir, si leía lo hacía en alta voz y conseguía una batería de preguntas en cada punto y aparte de nuestra curiosidad siempre alerta...
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Deberíamos haber guardado algunos de nuestros primeros ejercicios de redacción. Recuerdo a carcajadas uno de mi hermano Pepe en primer curso de Bachillerato y que le valió un libro de cuentos como premio. Mi hermano acompañaba todos los días a su profesora hasta la parada del autobús al salir de clase, y siempre creímos que dicha galantería tuvo mucho que ver con aquel galardón. Siempre fue muy educado y amable, sobre todo con las señoras. Lo es con nosotras, sus hermanas, sus hijas y sobrinas todavía, porque la buena educación es para siempre si el sembrador es bueno y la tierra agradecida.
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Hasta aquí la historia de una monja de papel y un poco de mi historia. Espero que os haya resultado entretenida. A mí el encuentro con el pasado, aunque sea a lápiz, me parece siempre entrañable, claro está.
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2 comentarios:

Javier Cánaves dijo...

Disfruté con esta lectura. Saludos.

Chity Taboada dijo...

Eres muy amable, Javier. Un lujo de persona y de poeta.