30/11/09

Lucas



Lucas


El Otoño Ha llenado la plaza de hojas y de niños abrigados que juegan a pisarlas. El Otoño vacía los árboles de gorriones y las fuentes de palomas. Y es raro, porque las palomas, en cuanto ven llegar a un niño agarrado a una bolsa de patatillas o de gusanitos, lo rodean por docenas inmediatamente. Saben que viene la merienda.

   A los niños les encanta jugar y dar de comer a los pájaros. Incluso en otoño. Pero los pájaros están más alegres cuando hace sol y se inunda la plaza de luz. En cambio, a los niños, les da lo mismo. Son felices durante las cuatro estaciones con tal de salir a la calle a jugar: con los charcos que deja la lluvia, con el rayo de sol que se refleja en la fuente, con la luz... ¡La luz brilla siempre en los ojos de los niños cuando juegan!

                                ¡Me encantan los niños! ¡¡Me encanta Lucas!!

   Lucas tiene ojos de pillastre y rizos de Principe Feliz, aquel al que Oscar Wilde inventó tan infeliz y tan  hermoso.

   Lucas es también muy bonito. Y está contento siempre, aunque llore algunas veces, porque la felicidad y las lágrimas coexisten con frecuencia, en niños y en mayores.

   Lucas abre mucho los brazos para dejarse abrazar y sonríe cuando dice hola y para decir adios.

   Pero a pesar de todas estas cualidades, Lucas tiene también sus rarezas. Rarezas de dos añazos. Así que este verano que acaba de irse, se le acercó en la plaza una amiguita muy poco mayor que él y mucho más espabilada, porque era una niña y las niñas son-somos a cualquier edad, listísimas.

   Quería la pequeña jugar con Lucas, pero Lucas se negó en redondo, quien sabe por qué capricho momentáneo.

   La niña se le quedó mirando medio segundo, ladeó la cabeza para mirarlo desdeñosamente y le soltó convencida y rotunda:

                                                  ¡Ya me quererás..!!!

   A Lucas, por un momento, se le puso cara de tonto.

   A nosotros, también.

   Era verano.
  
   Era en Pontevedra.

   Hacía sol.

   Las palomas se comieron las patatillas de los niños porque ese era el juego.

   Esto lo cuenta la abuela de Lucas el último día de Noviembre.
 

                                   Chity Taboada Pardo.

 


                                
    







29/11/09

Mal tiempo y otros males



 



       La playa, mi playa, tan larga, tan ancha y tan atlántica, arrastra hoy un velo de novia que le ha traído la marea y cuya blonda cubre por completo el arenal. Las olas son como géiseres de alta espuma al chocar contra el pico de Monteferro;  la mañana pasa del gris plomo al azul más azul en unos minutos y un blanco trasatlántico  navega hacia Lisboa por el camino del mar.

       Está el sol veleidoso en un voy, me mojo y vuelvo a esconderme detrás de las nubes. Y es que, cada vez que asoma, un chaparrón de agua helada lo deja pingando.

       "Peor para el sol", cantaría Sabina (aunque en otro contexto y por otros motivos) , y si el tiempo continúa así,  tendrá que ponerse el chubasquero para levantarle la falda a la luna. Si es que la luna acude a su cita, con este temporal.

     No hay gaviotas. Cuando las cosas se ponen difíciles, las gaviotas buscan refugio y no salen hasta que escampa. Entonces sí; entonces vuelan presurosas y caen en picado sobre los desechos que haya dejado la tormenta. Son pescadoras las gaviotas, y saben bien que a río revuelto...

     Siempre es lo mismo. Nos parecemos todos, hombres y pájaros, a la hora de sacar provecho de cualquier naufragio, ya sean barcos, o caracolas o cangrejos o tristezas.

     ¿Veis? Vuelve a estar gris. La palmera intenta meterse por la ventana, y amenaza granizo el cielo.

     Me he venido al otro lado de la casa. De espaldas al mar, escribo estas cosas que suenan a mar. Porque, aunque no se vea, el mar se oye siempre aquí, igual que uno oye siempre el sonido del corazón dentro del pecho. El tic-tac de la vida.

    En realidad hoy pensaba escribir sobre otras cosas. Pensaba escribir sobre fascismo y sobre pornografía. O sobre la relación que existe entre ambas actitudes. Nunca se me habría ocurrido relacionarlas hasta que leí algo en el post de un amigo. ¡¡Magnífico post, magnífico amigo e increíble escritor!!!

    Y es que la estampa de un fascista en pie ante la pantalla de un cine, saludando brazo en alto y llorando emocionado, supongo que con fondo musical de Wagner, al paso de unos tanques y desfile de soldados armados para pisotear la Libertad, para disparar contra la Primavera. Aquella emoción innoble, digo, me pareció no solo pornográfica. Me pareció incluso escatológica.

    Este amigo, que lo es muy querido, ha suprimido la entrada de su blog. Y yo se lo agradezco porque era buena.  Pero no tan buena para que mereciese ser escrita por quien está destinado a cosas mejores.
  
                            Chity Taboada Pardo.

19/11/09

Poema

 
        Yo ya sé que nos queda
         de cuanto hemos amado
        tan solo el desamor,
        y es algo tan difícil
        dejar que se termine
        esa pena de amar,
        que no es más que la huella
        que el amor fue dejando
        en nuestra vida,
        que siempre pretendemos
        que el dolor no se vaya
        y lo prendemos,
        en la solapa roja del corazón,
        para sentirnos vivos
        y para no olvidar
       que una vez nos amaron.
  
                 Chity Taboada Pardo.
 
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8/11/09

Para mi hija Cristina








    
    



     Alguna vez me quedaré en tu espejo,
     con los ojos abiertos, como ahora,
     mirando con asombro como fluye la vida.
     Hoy es ya primavera por muchísimas veces.
     Pero siempre me causa idéntica sorpresa
     cuando siento que vuelve en los primeros brotes
     de un rosal que florece,
     de un árbol que se nieva,
     de un olor que recuerdo y que huele a ser niña.
    
     Yo quisiera dejarte, para cuando esté lejos,
      todas las primaveras que un día fueron mías:
      alegres, melancólicas, zurcidas de esperanza.
      Todas las primaveras que yo guardé en tu espejo,
      para que tengas siempre mi cariño
      renaciendo a tu lado, una vez, otra vez.

              Chity Taboada Pardo.       (2006)
  

Bagatelas


























  
        
        
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      Pensé por un momento que la vida
      podría ser al fin como un espejo
      de la literatura.

                               Pero no.
     La vida, ya lo sé, nunca desciende
     a escenarios con focos tan intensos
     que dejen ver arrugas en su rostro
     (y esas cortinas rojas, y esa música)
     de ilustre personaje secundario.


                               II

     Como un ángel ya viejo caído de un retablo,
      la vida, a estas alturas, no es tan decorativa
      como antes lo pensábamos. Si es obra del diablo
      o es ficción o es un fraude, es igual, es lo mismo:
      arrastra con nosotros, porque ella va de diva
      bajo el divismo aguado de nuestro narcisismo.
                                                                                  (1983)


           Felipe Benítez Reyes