28/9/08

Amistad

Amistad es una palabra bonita detrás de la que se sobreentiende un sentimiento o una relación que tiene prestigio. Tener amigos es importante, eso lo sabe todo el mundo, tan importante como no llamar amigos a cuanto tutilimundi pasa alguna vez junto a nosotros. Como yo he sido cuidadosa con la Amistad, y he querido y quiero mucho a mis amigos, conservo casi todos los que a lo largo de mi vida decidieron conmigo que ser amigos merecía la pena; Que nos enriquecía una relación ó sencillamente nos hacía felices. No obstante, en ocasiones, el alejamiento, la disimilitud de nuestras existencias, la exigencia excesiva de la atención por una de las partes, ha convertido mi relación con algunas personas en algo tan agobiante que no era posible mantener. Esos amigos los dejé ir sin mucha pena porque pedían más que lo que eran capaces de dar, y la amistad es una mesa con cuatro patas. Si se desequilibra más vale dejarla caer que estar intentando todo el rato que no cojee. El esfuerzo hay que dejarlo para ocasiones que nos resulte grato perpetuar. Pero también ha habido otros amigos a los que he visto poco y sin embargo sentía unidos por un hilo sutil a mi corazón. Algunas veces ese hilo era una afinidad espiritual, una admiración por el buenhacer del otro en algún campo casi siempre relacionado con lA BELLEZA. ¡Las maravillosas fotografías de Javier Albertos; o la complicidad con la literatura de Víctor Balcells. Algunos amigos, (Macamen, años y años de convivencia sin roces, porque cada una sabía respetar el silencio de la otra y escuchar cuando era necesario y aconsejar sólo cuando se solicitaba el consejo). Macamen, mi amiga de oro, porque fue siempre bueno lo que guardó para mí en su corazón. ¡Qué suerte he tenido con su amistad y como espero que la mía sea para ella igual de importante y de gratificante! También Angel y Alicia. Ellos son de esos amigos a los que sabes que puedes acudir con una confidencia o un problema y que nunca te fallarán. No es necesario estar juntos todos los domingos y fiestas de guardar, pero cuando lo estamos es domingo y fiesta todo junto. Hemos pasado buenos ratos y es por lo mismo... Valoramos y practicamos el respeto y la lealtad. No hay amistad que resista si falta uno de estos dos componentes. Otros amigos lo son por su loca manera de vivir que nunca te hace daño, porque siempre dentro de su locura te dedican un recuerdo, te hacen saber que están viendo algo que a ambos nos gustaría, o al menos que a mí sí me gustaría. Así es Pablo, que me llama desde Peñíscola para decirme que tenía yo razón y que el Papa Luna debía haber vivido allí porque todo en esta localidad mediterránea hace referencia a su nombre, ya sea un paseo o un asador de pollos. ¡Qué falta de respeto, por Dios!!

Pero hay veces, en que el hilo que une a una persona con tu corazón, se queda flojo. Hay veces que sin saber la razón, al otro extremo de ese hilo no encuentras otra cosa que vacío y esa pérdida inesperada o inexplicada te merece dos lágrimas que no pensaste nunca derramar. Cuando la amistad se agota así, de esta forma, nos deja un poso de tristeza, entonces, es bueno revisar lo que queda en tí de ella, y si mientras duró, sirvió para enriquecerte, para hacerte mejor. Y si así ha sido, dos lágrimas por un amigo que se ha ido en silencio son un buen homenaje a lo que te dió durante el tiempo de la Amistad.

25/9/08

EL DIA SE HA IDO


Ahora andará por otras tierras,
llevando lejos luces y esperanzas,
aventando bandadas de pájaros remotos.
y rumores, y voces, y campanas.
-ruidoso perro que menea la cola
y ladra ante las puertas entornadas.

(Entretanto la noche, como un gato
sigiloso, entró por la ventana,
vió unos restos de luz pálida y fría,
y se bebió una taza.)

Sí;

definitivamente el día se ha ido.
Mucho no se llevó (no trajo nada);
sólo un poco de tiempo entre los dientes,
un menguado rebaño de luces fatigadas.
Tampoco lo lloréis. Puntual e inquieto,
sin duda alguna, volverá mañana.
Ahuyentará a ese gato negro.
Ladrará hasta sacarme de la cama.

Pero no será igual. Será otro día.

Será otro perro de la misma raza.

Angel González

Del Libro Palabra sobre palabra

24/9/08

Paseo

Paseo




Salimos a pasear por Playa América, pegados casi al mar, atravesando en medio de la luz transparente de una mediamañana azulísima que se deshacía en espumas por la arena. Runa, la perrilla negra que apenas se ve en esta foto, hacía de enlace entre yo, como siempre en las nubes, y el resto de las cosas de la vida. Cristina, mi hija, a la que si se ve en la foto que por cierto, le saqué yo este verano, también venía conmigo, pero sólo en recuerdo, sólo en mi corazón, porque ya está en la ciudad donde estudia tan lejos de nosotros. Por eso, traigo hoy aquí su imagen. Porque la echo de menos. Y le pongo unos SMS con un móvil nuevo muy estético en el que los signos de puntuación están difíciles de encontrar con lo que todo el texto sin puntos ni comas parece más trágico de lo que en realidad es. Esto bien lo sabía el escritor Gonzalo Torrente Ballester, cuya mejor novela (a mi parecer) aunque no la más conocida, estaba escrita sin puntos ni comas. La saga fuga de J.B., que así se llama la referida novela, cuando la leí por vez primera quedaba agotada entre capítulo y capítulo. Después comprendí que el autor, profesor de Geografía e Historia en un Instituto de la ciudad, era de un didactismo tan perfecto que quería enseñarnos a puntuar nuestro recorrido vital y también el literario. Seguramente consiguió ambas cosas y otra más, ya que dependiendo de como utilizases la puntuación la novela tenía distintos significados, todos ellos lógicos. Me fascinó esa novela,como me fascinaba su figura pequeña y enteca, rodeada de vástagos. Veraneaba en una casa cerca de la mía, también en el municipio de Nigrán y en sus tertulias se reunía gente como Alfonso Alvarez Cáccamo poeta y libresco, y el entrañable autor de Xoguetes pra un tempo prohibido, Carlos Casares. Me gusta cuanto escribió, que ha sido mucho. ¡Ojalá pueda seguir haciéndolo desde algún cielo en el que seguro le gustaba creer.

13/9/08

Artículo en Faro de Vigo


Cosas que no cambian
Juan José Millás


En la esquina había una madre muy joven con una niña de la mano. Esperaban el autobús del cole y tanto la madre como la hija tenían frío y miedo. A lo mejor el frío era una consecuencia del miedo. Merodeé con el perro por los alrededores, sin perderlas de vista, y advertí enseguida que había entre ellas el pacto implícito de no exteriorizar el temor que les provocaba separarse. Se hablaban con monosílabos, refiriéndose exclusivamente a cuestiones de orden práctico, procurando no mirarse a la cara. En una de las ocasiones en las que pasé cerca de ellas, la niña me preguntó si podía tocar al perro. Le dije que sí, claro, y yo mismo guié su mano para que no tuviera miedo. El animal, ajeno a nuestro pequeño drama, se dejó hacer dócilmente. Es frecuente que los niños me pregunten si pueden tocar al perro. Los adultos no. Bien pensado, se trata de una pregunta extraña. ¿Por qué nos gusta acariciar a los animales? ¿Qué clase de comunicación se establece en ese acto? Los niños y los perros, dado el modo en que se relacionan, lo saben. Es evidente que algo que no pasa por la palabra ocurre ahí. En mi barrio de infancia había un pipero que tenía, junto al puesto de golosinas, una caja de cartón con un lagarto. Cuando la compra pasaba de determinada cantidad, te permitía deslizar un dedo por la espalda del animal. Hacíamos cola con nuestros ahorros en la mano para entrar en contacto con el reptil. En esto, llegó el autobús y la niña se despidió. Tuve o quise tener la impresión de que el hecho de haber acariciado al perro había hecho menos doloroso el trámite. Me quedé hablando unos instantes con la madre, que ese primer día de colegio había pedido permiso para llegar tarde al trabajo. Desde mi perspectiva, no hacía tanto que aquella mujer había sido llevada de la mano por su propia madre. En un abrir y cerrar de ojos, había pasado de la condición de hija a la de progenitora. Dentro de nada, alguien con un perro como el mío tropezaría, pa-seando por los alrededores, con la niña de hoy convertida en madre. Ruedan los años y las generaciones a una velocidad de vértigo, pero el miedo y los niños son siempre los mismos. Los perros también.

12/9/08

El Escritor Modélico



"No tuvo mujer, ni hijos, ni casa. Se hizo famoso, pero no cambió sus costumbres esquivas, la modestia, la humildad del trabajo diario. "Entre mujeres solas" y "La literatura norteamericana" inician la Biblioteca Cesare Pavese en el centenario

de su nacimiento"


Había nacido en Santo Stefano Belvo, en el Piamonte, el 9 de Septiembre de 1908, así que tenía 42 años cuando se mató en el Albergo Roma, cerca de la estación de Turín, el 27 de Agosto de 1950. Venía de un momento de euforia: "Tienes 40 años y lo has conseguido todo, eres el mejor de tu generación, pasarás a la historia. ¿Soñabas otra cosa a los 20 años?". El penúltimo día que registró en su diario, el 17 de Agosto de 1950, haciendo por primera vez en su vida balance de un año aún no terminado, celebró: "En mi oficio soy el rey", e inmediatamente se reconoció "más desesperado y perdido" que diez años antes. Dejó encima de la mesa, listo para su publicación, el diario El oficio de vivir. Vivía días de plenitud. Acababa de recibir el gran premio de la literatura italiana, el Strega, apoteósicamente, en Roma, del brazo de la actriz norteamericana Doris Dowling, hermana de la última amada, Constance Dowling. "Este viaje tiene pinta de ser mi máximo triunfo", vaticinó Pavese.


Pero su joven amigo Italo Calvino vería en aquel viaje triunfal un síntoma del pésimo estado de ánimo del maestro, que no soportaba salir de Turín, si no era para volver al campo piamontés o visitar Roma. No le gustaba exhibirse. La única temporada que pasóPavese en un país extraño fueron los meses en que la justicia mussoliniana lo confinó en calabria.


Se había ido convirtiendo en el escritor de la época, la posguerra. Apuntó en su diario: "Hacer poemas es como hacer el amor, no se sabrá nunca si la propia alegría es compartida". Quería andar los pasos de Walt Whitman, Edgar Lee Masters Y Herman Melville, pero recorriendo las colinas piamontesas, los días del antifascismo y la Resistencia . Leía a Shakespeare. Escribía contra la poesía italiana contemporánea, decadente, crepuscular y hermética. Descubría inacabablemente Turín, "mi amante, y no mi madre ni mi hermana", decía Pavese, huérfano de padre a los seis años, enmadrado entre hermanas. Buscaba por Turín, "desgarrador sueño de muchachas que viven solas y trabajan" una anti-Italia, una América de Sherwood Anderson y Willian Faulkner. En el póstumo La literatura norteamericana y otros ensayos dio una receta para escribir novelas: "Uno se va y anda por ahí. Luego vuelve y cuenta alguna cosa. No lo que ha ocurrido. Un poco menos y un poco más. Así se escriben las novelas". A ésto se le llamó Neorrealismo.
... Hasta aquí, transcrito literalmente, una semblanza de César Pavese, firmada por Justo Navarro y publicada en Babelia, en El País, el 6 de Septiembre del 2008. El artículo, bello y documentado, se merecía que yo lo hubiese traído aquí completo pero como ocurre amenudo en las pausas, se traspapeló la página del periódico y fui incapaz de encontrarla por algún rincón imaginable de mi casa. Aparecerá cualquier día entre las cosas más ilógicas, cuando se haya cansado de jugar al escondite. En tanto, procuraré recordar un poco de lo que continuaba e inventarme otro poco porque el personaje se merece quedar retratado de la mejor manera tal como lo procuró Justo Navarro.
Sé que hablaba de su primer libro, en el que recreaba el Piamonte, la región con la que se identificaba y a la que nunca dejó de pertenecer, si bien como Kafka y Praga, ó como Joyce y Dublín, su ciudad, en la que vivió, escribió y soñó fue siempre Turín. Aunque consideraba a las mujeres seres irreales y extravagantes, se enamoró algunas veces y precisamente por amor a una mujer comunista, la muchacha de la voz ronca, fue expulsado del partido fascista al que pertenecía y desterrado en Calabria. A su vuelta, la mujer se había casado y él era politicamente incorrecto, situaciones que le hacen escribir: "Ir al confinamiento no es nada. Volver es atroz".
Cesar Pavese era como un niño estupefacto ante la pérdida. Nunca supone que va a ser para siempre hasta que pasa el tiempo y lo perdido no vuelve más. Por ello fue un muchacho triste que se movía en un mundo propio, un mundo imaginado, y enfrentarse con realidades, soñadas o no, le trastoca el alma. Así, cuando vive sus momentos triunfales como escritor, cuando todos le aplauden y celebran, cuando la fama baila en la palma de su mano, decide morir en un hotel de Turín, en 1950.
Enamorado de Costance Dowling, frecuenta un ambiente, el del cine, el de América, que no es el suyo. Y con el acabamiento del amor entiende que ha llegado a unas cotas de éxito y de brillantez que fácilmente no se repetirán. Escribir guiones de cine, "Amor amargo" por ejemplo, tal vez no fuese la empresa que soñó. Quizá tuvo miedo de deslizarse por la pendiente de la fama, de la que estaba en la cima. ¡Quien sabe las cosas que pasan por el alma de cada cual! Yo sigo pensando en el estupor del niño ante la vida, en el entusiasmo del niño al alcanzar sus juguetes, en el dolor del niño ante la pérdida de los sueños. Lo cierto es que el muchacho que paseaba por Turín, después de conquistar América, dejó, además de su diario sobre la mesa de la Editorial Einaudi, el poemario "Vendrá la muerte y tendrá tus ojos". Su obra no podía cerrarse con un broche más bello.

4/9/08

Calle de Salamanca


En esta calle camino de la PlazaMayor de Salamanca, vive Cris, Cote y otra amiga que todavía no sé como se llama. ¡Ojalá sus vidas, sean tan doradas y hermosas como la Plaza que tienen tan cerca!