27/2/09

Juega una luz



Juega una luz en el jardín sobre el paseíllo de barro cocido que, en un par de meses apenas, estará bordeado de rosales en flor.

Juega una luz en el jardín e ilumina la noche con su reflejo. Parece un fantasma de plata ó un ave de plumaje reluciente que se hubiera olvidado de en qué árbol abandonó su nido.

En la noche cualquier murmullo puede ser estruendo y cualquier reflejo, luciérnaga ó estrella caída entre la oscuridad. En la noche toda luz se hace mágica, hasta que te das cuenta de que es solo la luna que se espeja en los discos que, para asustar a los pájaros, cuelgan de las ramas del único manzano del jardín.

25/2/09

Artículo de El Mundo



Si por azar cruzas el Pont des Arts...

TAMBIEN YO como Oliveira, el personaje de Cortázar, solía caminar por el Quai de Conti y me quedaba un buen rato agarrado al pasamanos de hierro del Pont des Arts, sintiendo la fría humedad del Sena. Una noche, absorto en los destellos del río, alguien me tocó suavemente en el hombro y me pidió un billete de diez francos. Era Madame Ostrovsky. No sé qué me impulsó a darle el dinero sin hacer ninguna pregunta. Era una vieja elegante, de pelo blanco, vestida de negro y con fuerte acento extranjero. Me dijo que podría encontrarla en la Librería Polaca, en una calle muy cercana a la plaza de Saint Sulpice.

Pasaron los días y me olvidé del encuentro hasta que una tarde de primavera en la que había estado paseando por los Jardines de Luxemburgo topé con aquella calle, situada junto a un mercado. Allí estaba Madame Ostrovsky, sentada en una mesa camilla, echando unas cartas. Entré en la librería y ella hizo un visible gesto de reconocimiento. Me dijo que estaba esperando mi visita. Sin decirme nada más, me hizo poner la mano sobre el mazo de naipes y empezó a colocar unas extrañas cartas sobre la mesa. Se quedó pensativa durante unos segundos mirando las figuras y luego me dijo: «Sólo nos veremos una vez más y será la última». Nos quedamos charlando unos minutos. Me contó que era judía, que se había exiliado de Polonia en 1939 y que su familia era originaria de la región de Lublin. Sus tíos y sus primos habían muerto en Auschwitz. La librería era propiedad de unos viejos amigos de la familia.

Durante semanas eludí deliberadamente pasar por el establecimiento y toparme con Madame Ostrovsky. Una noche de finales de junio en la que me encontraba muy triste, subí por la rue Bonaparte hacia el Sena. De un garito salía la música de Charlie Parker. Me detuve un largo rato en el Pont des Arts, mirando los reflejos de las farolas en el agua. Sentí que me tocaban el hombro. Era Madame Ostrovsky, que me dedicó una amable sonrisa. Me preguntó cómo estaba y me devolvió los diez francos. «No me olvides», dijo al marcharse.

Aquel verano París estaba desierto. Merckx volvió a ganar el Tour. A un julio asfixiante, sucedió un agosto en el que por las noches emergía una fresca brisa que aliviaba los cuerpos y las almas. Llegó septiembre y recibí un telegrama que me instaba a volver a Madrid. La última tarde, antes de dirigirme a la estación de Austerlitz, me armé de valor y decidí despedirme de Madame Ostrovsky. Entré en la librería y pregunté por ella a un hombre de mediana edad. Me respondió que había muerto atropellada por un coche en el Boulevard Raspail hacía tres semanas y que había sido enterrada en el cementerio de Montparnasse. Diez años después, en 1984, fui a su tumba y deposité en ella un ramo de rosas rojas y blancas, los colores de su amada Polonia.

Pedro G Cuartango

16/2/09

Tarde de lunes



¡Qué sé yo en que lugar de nuestro cerebro se guardan los recuerdos! De pronto llaman desde el corazón en una pirueta casi cibernética, del disco duro a la pantalla y sin utilizar buscador. Por sorpresa. Y en ese asalto, revivimos pedazos de vida ya consumida y volvemos actualidad cosas o paisajes que fueron nuestra realidad alguna vez.

Yo me reveo con la cabeza apoyada en el hombro de mi madre. Casi escondida en el ángulo de su cuello. Y su abrazo y su ternura son tan reales como ayer. Yo creo que el cariño de mi madre era tan grande que trasciende la oscuridad y el misterio para posarse sobre nosotros, leve, como era ella, cuando nos sobreviene esa tristeza difusa que algunas veces es vivir.

12/2/09

De paseo

¡Dios está azul...! O no, pero lo están el mar y el cielo y eso creo yo que es lo que quería decir Juan Ramón en aquel poema que empieza con estos versos. Dios está azul, y yo aunque no pienso ir al campo en busca de romero y mucho menos de amor, que ya lo tengo de todos los colores, voy a salir a pasear a la orilla del mar en cuanto acabe de contaroslo y de tomarme un cafecito. Porque es una alegría que salga el sol y se ponga a dorar alrededor todas las cosas, casi toda la tierra. Sí... Efectivamente Dios está azul y la tierra es cuanto abarcan mis ojos ahora mismo. Bueno, además de algún otro rincón en un extremo de la estepa castellana en dónde ojalá también Dios esté azul para Cristina.

Chity

9/2/09

fotografías






Las fotografías sacadas por una máquina tan precisa que salen en ellas detalles tan pequeños como una ceja mal peinada en una cara preciosa, sólo pueden hacerse a edades muy tempranas. Daniela y tú todavía estais en ese tiempo.
También te incluyo con MaríaT y el tío Suso. Estas muy guapos.

4/2/09

POCAS HORAS DESPUES



Hablé de primavera y quizá de esperanza.
¡Es tan largo el invierno! Y siempre queda
un vislumbre de sol entre las hojas
caídas de los árboles.

Hablé de primavera y en su espuma
el mar me devolvió rizos de nieve,
caracolas de alba.

Vuelvo a mirar la rosa de los vientos,
el ancla de los sueños dentro de una botella,
la brújula dudando si ser sur o ser norte,
(la brújula cansada de señalar futuro).
...Y la tarde meciendo sus jirones de lluvia,
(vuelo corto de niños y fantasmas)
en los columpios del jardín.


Febrero, 2009



FUE SIN QUERER



Así estás en mi corazón: levemente borrosa cual dentro de una lágrima que no tiene otro origen que la ausencia, porque nada más empaña esa imagen tuya ni a tí, centro de mi cariño y mi felicidad. También de mi nostalgia. Por eso, casi sin querer, te he traído a las páginas de aire de mi blog ahora que, aunque parezca mentira después de las ráfagas de viento y lluvia que azotaron la noche pasada, comienza a oler el mar a primavera y me he encontrado, primorosa en sus pétalos de colores, la rosa de los vientos, de mi viejo libro de geografía. Por eso "fue sin querer", que al mirar esa imagen que tanto me fascinó, que todavía me fascina, haya venido a mi recuerdo la tuya ¡tan bonita! Mucho más bonita que una rosa de los vientos de papel.