30/11/10
Nieve en Chantada
Nieva en Chantada, Corazón de Galicia. Nieva na terra do meu pai.
Y todo está así, como una postal de Navidad. El frío va adueñándose de los campos, de las plazoletas, de la alameda y de la torre de la iglesia vieja en la que oíamos misa cuando éramos niños.
Ya sé que también nieva en otros lugares de España, pero no son tan importantes para mí como esta Villa en la que todavía tengo un sitio donde resguardarme junto a la gente que me quiere.
Nieva en Chantada. Y copos de nostalgia caen también, despacito, en mi corazón. Y en mi corazón os guardo ahora, primos y primas, sobrinos y sobrinas, familia toda, para que vuestro cariño funda esa nieve y fluya cálida mi sangre que es la vuestra y en la que nos reconocemos, sea el que fuere el tiempo transcurrido.
Nieva en Chantada. Nieva en la tierra de mi padre. Y como un eco que repite: ".. y del mío, y del mío, y del mío..." oigo tu voz, Pamen querida, porque es cierto. ¡Tamén nieva na terra do teu pai!!
Chity Taboada Pardo.
27/11/10
El valor del esfuerzo
16/11/10
Del Blog Cuchitril Literario
«Calle de los Naranjos» se la llama
y nunca hubo naranjos en la calle.
Solamente dos plátanos cansados
dicen dónde comienzan las aceras.
Más allá de los plátanos, la sombra
que va de casa a casa se desliza
como si hablara sola. Así la calle,
con el lejano canto de los gallos,
se ha quedado en el tiempo y la costumbre,
dueña de soledades y sin dueño,
con un aire sin alas que ya tiene
aroma de violetas sin perfume.
El sol llega tan solo a los balcones:
como un pájaro alegre y amarillo
se posa en su cintura de muchacha
y se pone a mirar tras los cristales.
La calle está pensando algunas veces
en que el viento es delgado cuando pasa
de balcón a balcón, de piedra a piedra,
y de un dulce vecino a otro vecino
menos dulce quizá, pero que tiene
los mismos pensamientos que los otros
y un poco la figura de la calle.
El tiempo no camina. Y nadie pasa
nunca por ella, solamente el niño
que se quiere esconder por no ir a clase
y con el tacto de los sueños vive
ese espacio sin fin de sus bolsillos
donde el mundo del hombre está tan lejos:
puntas de lápiz y papel de plata,
seis cromos de la guerra del catorce,
dos bolas de cristal… Únicamente
para perder tesoros como éstos
se hace mayor el niño y se hace hombre.
RAMÓN DE GARCIASOL
1/11/10
Los peques
Daniela y Lucas pintan casas. árboles, caminos llenos de sol, estrellas punteando la noche; noche clara como el interior de sus sueños.
Daniela y Lucas, juegan juntos y se cuidan el uno al otro. Se pelean algunas veces y se quieren siempre.
Daniela sabe nadar y Lucas le tiene miedo al agua todavía. Ambos corren jardín adelante y arrancan flores para traérmelas medio rotas y sin tallo. Una hoja de hibisco. Un geranio maltrecho. Una alegría de la casa apretada en un puño. Un limón del tamaño de sus pulgares...
- ¡Mira abuela!
Y yo miro y sonrío.
A mí me gustan esas flores estropeadas porque son un regalo de mis nietos. A ellos les gusta que me gusten y juegan a traerme más.
¡Me voy a quedar sin flores en el jardín!
Chity.
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