16/11/10

Del Blog Cuchitril Literario





«Calle de los Naranjos» se la llama

y nunca hubo naranjos en la calle.

Solamente dos plátanos cansados

dicen dónde comienzan las aceras.

Más allá de los plátanos, la sombra

que va de casa a casa se desliza

como si hablara sola. Así la calle,

con el lejano canto de los gallos,

se ha quedado en el tiempo y la costumbre,

dueña de soledades y sin dueño,

con un aire sin alas que ya tiene

aroma de violetas sin perfume.

El sol llega tan solo a los balcones:

como un pájaro alegre y amarillo

se posa en su cintura de muchacha

y se pone a mirar tras los cristales.

La calle está pensando algunas veces

en que el viento es delgado cuando pasa

de balcón a balcón, de piedra a piedra,

y de un dulce vecino a otro vecino

menos dulce quizá, pero que tiene

los mismos pensamientos que los otros

y un poco la figura de la calle.

El tiempo no camina. Y nadie pasa

nunca por ella, solamente el niño

que se quiere esconder por no ir a clase

y con el tacto de los sueños vive

ese espacio sin fin de sus bolsillos

donde el mundo del hombre está tan lejos:

puntas de lápiz y papel de plata,

seis cromos de la guerra del catorce,

dos bolas de cristal… Únicamente

para perder tesoros como éstos

se hace mayor el niño y se hace hombre.



RAMÓN DE GARCIASOL

1 comentario:

Anónimo dijo...

EXCELENTE!!! HERMOSO LO QUE ESCRIBES Y COMO ESCRIBES.