27/2/10

A contraluz

                                      Foto Alberto Taboada Pardo



     Cuando yo era niña vivía cerca de la playa igual que ahora y como ahora, me gustaba muchísimo el mar. Mirarlo, bañarme y disfrutar de mis horas de ocio en su orilla. De aquellos años, quedan como a contraluz, recuerdos, vivencias y convivencias, paisajes, emociones. Algunas veces el pasado es como una película. Pero siempre, en mi caso, con un sabor a sal sobre el celuloide. Con un sabor a sal sobre la piel.

     Eramos un grupo bastante heterogéneo en cuanto edades y extracción social, aunque ninguno de nosotros superaba los trece o catorce años. La mayoría íbamos al Instituto, pero  algunos amigos de familia  marinera, ya entonces se preparaban pàra ser marineros ellos también. Eran los que tenían acceso a barca de remos, y gracias a ellos, salíamos con frecuencia a navegar en chalanas ligeras y sencillas que nos facilitaban travesías imposibles al otro lado de la Ría, hacia Moaña, por un estrecho que hoy atraviesa el Puente de Rande.

    Seguramente, en recuerdo de aquel tiempo maravilloso y maravillador, mi primer blog se llamó Una barca en tierra y siempre que veo una imagen alusiva me entra nostalgia del ayer sin plásticos, sin televisión, sin ordenador, sin centros comerciales y lleno, en cambio, de jerseys calcetados por madres y abuelas, faldas de tablas escocesas y calcetines a los que había que zurcir a menudo en el talón.

    Fue también un tiempo cuyas tardes lluviosas se llenaban de lecturas: Mujercitas, Ivanhoe, Miguel Estrogoff, David Cooperfield..., y por supuesto Andersen y Grimm y Perrault... Y Guillermo el proscrito, y La Vuelta al mundo en 80 días y La isla del tesoro... ¡Qué bien abierta la puerta de la literatura! ¡El umbral de la vida!

     Pude haberme convertido  en un ratón de biblioteca, pero, afortunadamente, mis intentos der ser "lobo de mar" en barquichuela, me salvaron de tan aburrido destino.

     Si paso la mirada por las estanterías de mi desordenada biblioteca actual, vuelvo a encontrarme con
Dickens y Andersen, un Pinocho de la Editorial Kalandraka ilustrado por Roberto Innocenti que es un tesoro, algunos Poetas para niños (El lagarto está llorando/la lagarta está llorando/ el lagarto y la lagarta/con delantalitos blancos), La cabaña del tío Tom, ya muy usado y cinta adhesiva en el lomo para que vaya tirando, y también Bajo las lilas, de Luisa May Alcott.

     Sigo siendo una lectora desorganizada y compulsiva que acostumbra a leer varios librlos a un tiempo y que a veces cae en la tentación (terrorífica ) de comprarse un Premio Nadal para no poder acabarlo. Seguro que, cuando era niña, tampoco me hubiera gustado esa novela...

     Cuanto llevo aquí dicho, lo guardo a contraluz dentro del alma. Es una fotografía que no se ha vuelto sepia, porque  gracias a esos libros que son  el hilo que los une, están cosidos el pasado y el presente de mi vida.

                  Chity TaboadaPardo.

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