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Pensé por un momento que la vida
podría ser al fin como un espejo
de la literatura.
Pero no.
La vida, ya lo sé, nunca desciende
a escenarios con focos tan intensos
que dejen ver arrugas en su rostro
(y esas cortinas rojas, y esa música)
de ilustre personaje secundario.
II
Como un ángel ya viejo caído de un retablo,
la vida, a estas alturas, no es tan decorativa
como antes lo pensábamos. Si es obra del diablo
o es ficción o es un fraude, es igual, es lo mismo:
arrastra con nosotros, porque ella va de diva
bajo el divismo aguado de nuestro narcisismo.
(1983)
Felipe Benítez Reyes
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