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Es curioso como a veces la belleza se enreda en la monotonía de una mañana gris lo mismo que una rama de bugambillas se enrosca en los barrotes grises de la terraza y la ilumina con su calidez. El resto del paisaje colgado de las ramas de los árboles, está limpio y brillante a causa de la lluvia caída hace unas horas. Una naranja exhibe su redondez única en un jardín hecho para las flores. Yo leo de nuevo a Proust y se nota, aunque confieso que procuro esta vez saltarme los paseos por "la parte de Guermantes", porque hay demasiados príncipes y marquesas caminando por ellos y son ceremoniosos y aburridos.
Yo prefiero el mar a los jardines. Y entre todos, prefiero los jardines que se asoman al mar y ven pasar los barcos, rizarse las olas y caer el sol, cuando hay sol y es la hora del crepúsculo.
Pero hoy, pese a la bugambilla roja y a la redondísima naranja, hace frío en mi jardín y son grises el mar y la mañana. También mi corazón que se aburre y empieza a odiar a Marcel Proust.
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9/6/09
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